martes, 1 de noviembre de 2011

SINCRONIA

sincronía

  1. f. Coincidencia o simultaneidad de hechos o fenómenos en el tiempo.

Hablar de sistema educativo puede parecer a menudo pura retórica. Dentro de las acepciones del término sistema nos encontramos con dos de ellas que debieran tener relación directa con el tema que nos ocupa. Sistema como conjunto de elementos que, ordenadamente relacionados entre sí, contribuyen a determinado objeto y conjunto de ideas, principios o que conforman una teoría coherente y completa. Los elementos del sistema educativo se encuentran, evidentemente, relacionados, pero resulta francamente cuestionable que sea una relación ordenada y coherente, del mismo modo que se puede discutir que las declaraciones de principios que prologan nuestro quehacer se encuentren de hecho relacionadas de una manera ordenada y coherente en la práctica de ese quehacer. Esa práctica, en la mayor parte de los casos, se encuentra más cerca de los reinos de Taifas que del sistema. Un planteamiento sistémico rechaza la concepción sumativa por la cual el todo resulta sin más de la suma de las partes,. “El todo nunca es igual a la suma de las partes, y las partes adquieren su sentido cuando se integran de una determinada manera activa en el funcionamiento del todo, dentro de un contexto. Las relaciones entre las partes y de éstas con el todo para funcionar en un escenario concreto componen la vida compleja e interactiva del conjunto de un sistema.(Ángel Pérez Gómez)”. Dos de las ideas más transformadoras de las competencias básicas son:

- La necesidad de un currículo integrado, de un planteamiento Interdisciplinar. No existen proyectos curriculares independientes sino que todos han de estar interrelacionados. Es necesario un tronco común en objetivos, contenidos y metodologías y una ruptura de los límites férreos en disciplinas y departamentos. Buena parte de los objetivos de las distintas competencias han de ser trabajados desde distintos ámbitos y desde la mayor parte de las áreas.

- Cultura de centro. Educa el centro. Esta visión global es una visión de centro. Todos formamos parte de un mismo cuerpo y todos tenemos una función clara en su funcionamiento. Que educa el centro quiere decir que educan todos los tiempos y espacios que hay en él, todos los gestos que en él realizamos. Esto supone responsabilidad en ello, salir de los reinos de taifas independientes para implicarnos en esa educación global.

Abordar de un manera seria (¿existe otra manera de abordarlas que no sea un fraude?) exige ese tratamiento sistémico real, un compromiso de todos con el todo, un compromiso que ha de verse concretado mediante:

- Una cultura real de Trabajo en equipo. Se debate, planifica, discute, evalúa. Es absolutamente imposible establecer una dinámica como la mencionada sin recuperar una cultura colaborativa. “Las competencias básicas suponen un proceso permanente de reflexión para armonizar las intenciones con las posibilidades de cada contexto. En definitiva, el desarrollo y utilización de las competencias fundamentales supone inevitablemente un proceso de reflexión, de comprensión de la situación y de redefinición de las pretensiones que nos proponemos en dicha situación concreta. Volvemos a la postre a recalcar la importancia sustancial de la reflexividad como componente básico de las competencias fundamentales, un prerrequisito mental, un aspecto crítico de la estructura interna de las competencias fundamentales, el componente más característico del conocimiento libre. El conocimiento es revisado de forma constante en virtud de nuevas informaciones y nuevas prácticas. La ética del conocimiento todo lo cuestiona, lo critica, lo contrasta, lo somete a experimentación y falsación (Guidens, 1997, p. 46); sin embargo, mayor y mejor conocimiento no lleva a mayores niveles de certeza, a afirmaciones incuestionables, sino, por el contrario a nuevos interrogantes y espacios más amplios de incertidumbre, fabricados por la actuación de la especie humana.(Ángel Pérez Gómez).

- Existencia de tiempos y espacios reales. Para esa cultura son necesarios tiempos y espacios reales planificados, con un horario adecuado que asegure la presencia de todo el profesorado y tiempo suficiente para reflexionar y debatir sin prisas. Un tiempo específico para ello. Es necesario desechar las falacias que con frecuencia se oye en los centros educativos según la cual “siempre estamos reunidos, hablando de nuestros problemas, hasta cuando estamos charlando en el recreo”. Conocemos el nivel intelectual y profesional de la mayoría de esas charlas. O de que “tenemos muchas reuniones pero no sirven para nada, es perder el tiempo”. Seguramente así lo sean, pero el problema no se encuentra en la necesidad y obligación de esos tiempos, sino en el uso que hacemos de los mismos, en la desidia con que los afrontamos, en su falta de rigor y orden, en la mala o nula planificación, en nosotros mismos.

- Apertura a la comunidad. Por último, todo esto requiere una participación de la comunidad educativa y del entorno del centro. En primer lugar en el desarrollo del currículo no formal e informal, pero también en la participación de ese entorno en el desarrollo del currículo formal dando pasos hacia una verdadera comunidad de aprendizaje. El Todo no se limita al profesorado, apertura e integración son dos principios clave que orientan hacia el trabajo de las competencias básicas. No es posible trabajar para la realidad sin la máxima participación posible de esa realidad, eso sí, también de una manera ordenada y coherente, no con una mera función ornamental sino esencial para el proyecto.

Todo lo anterior implica:

- Coordinación. Reunión de medios, esfuerzos, etc., para una acción común. Esa reunión resultará inútil sin esa acción(es) común(es). De la filosofía de las competencias básicas se deduce que todo el profesorado es responsable, en mayor o menor medida, de todas las competencias. Algunas son claramente transversales (emocional, aprender a aprender, autonomía e iniciativa personal) otras, más específicas pero de las que nadie se puede eximir. De todas ellas es posible y necesario establecer objetivos comunes y acciones comunes que son necesario planificar y establecer en esa planificación los pasos comunes a dar y su temporalización. Es aquí, especialmente, donde es necesario estructurar y ejercitar el componente reflexivo.

- Planificación integrada de todos los espacios y tiempos. Todo educa. Esos objetivos comunes han de presidir cada uno de los momentos y lugares de la vida del centro. Todo espacio y tiempo es susceptible de ser aprovechable a esos objetivos. Colabora (o entorpece) la adquisición de las competencias básicas.

- Creación de entornos significativos de aprendizaje que proporcionen múltiples experiencias, estimulantes cognitiva y afectivamente. Contextos que den sentido a los momentos de aprendizaje, lo más cercanos posible a las situaciones reales. Ese Todo educa quedaría en nada si no se intentara la creación de estos entornos. El centro educativo debe ser lo contrario a un No Lugar, debe estimular al aprendizaje desde la misma puerta de entrada hasta la hora de salida (indefinida). Para esos entornos todos los espacios y tiempos son validos, exigen la colaboración de todo el profesorado (lo común es también responsabilidad de cada especialista) y han de tener claro que también han de ser entornos emocionalmente significativos.

Todo lo anterior conlleva necesariamente la sincronía, la simultaneidad de los hechos y la sistematización de su tratamiento. Es aquí donde conviene recordar una de las claves de todo proceso educativo: El Planteamiento sincrónico y diacrónico. Toda efectividad conlleva un tratamiento sistemático en el tiempo. No hay eficacia si cada uno realiza la batalla por su cuenta y de la manera que decida por cuenta propia, es necesario un planteamiento sincrónico, integrado, vertebrado a un eje común. Ni hay eficacia si las actuaciones educativas que podamos hacer tienen un carácter ocasional en la vida escolar del alumno. Esa sistematicidad también tiene que tener un carácter diacrónico, mantenida en el tiempo de la vida escolar del alumno. Todo esto conlleva un principio subyacente claro: es necesario primar las decisiones de equipo, de centro de proyecto común, sobre el protagonismo individual y una libertad de cátedra mal entendida. Prima el derecho del alumno a la recepción de una educación eficaz y coherente, es este derecho el que garantizan las leyes españolas; la función pública docente ha de estar al servicio (servicio público) de este derecho.

¿Con qué resistencias por parte del profesorado nos podemos encontrar? Las derivadas de:

- La excesiva especialización y de la progresiva pérdida del generalismo. Evidente desde hace muchos años en los centros de Secundaria y Bachillerato y cada vez más acentuada en los de Infantil y Primaria. Todo profesor es (ha de ser), en primer lugar generalista, no para impartir regularmente afines que desconoce, sí para, sí para ser capaz de enfrentarse a esos objetivos básicos comunes a todos. Este es también un problema cultural, de cultura. La hiperespecialización conlleva un creciente analfabetismo en todo aquello que “no es de mi competencia”. Se trata de recuperar, con el hábito reflexivo y el interés por esa generalidad, el concepto de profesor como intelectual.

- La libertad de cátedra como pretexto para desentenderse de todo compromiso común. Entiendo que hay cosas que pueden resultar inadmisibles y en las que puede plantearse el derecho de objeción de conciencia. No es lo habitual y debería ser motivo para que interviniera el servicio de inspección (ese ideal que no existe) en su dilucidación. Dentro de la acometida de esos objetivos y procedimientos básicos siempre queda margen para esa libertad. En cualquier otra circunstancia, en caso de conflicto, siempre ha de primar el derecho del alumno a una educación eficaz y coherente al que antes he hecho referencia.

- La inexistencia de una cultura profesional analítica, investigadora, experimental, con curiosidad intelectual, con costumbre y dominio del trabajo en equipo y con conciencia de la responsabilidad social que el profesor tiene.