lunes, 25 de octubre de 2010

IN-COMPETENCIAS BÁSICAS

El Decreto del currículo escolar de Castilla-La Mancha incluye un elemento novedoso que quizás pase desapercibido para la sociedad en general e incluso para la propia comunidad educativa, acostumbrada a que la letra de las leyes, sea muchas veces papel mojado que queda en nada, se trata de las competencias básicas. No se trata de una idea original de nuestra consejería de educación ya que vienen determinadas, quizás de forma más explícita y clara, por el Real Decreto de enseñanzas mínimas del MEC y anteriormente por la Unión Europea. Tampoco se trata de una mera novedad sino que a mi juicio encierra una propuesta última de reforma radical de la práctica educativa y de la organización y funcionamiento de los centros educativos. No es un discurso desconocido ya que viene a recuperar viejos planteamientos de los movimientos de renovación pedagógica que hasta ahora habían sido postergados en las leyes. La pregunta es si a pesar de todo no seguirán siendo postergados ahora, si no se repetirá el error que hubo con la puesta en marcha de la LOGSE. La realidad no la cambia una ley, la cambia la puesta en práctica de esa ley por los profesionales encargados de esa realidad, ni siquiera la interpretación de una norma está garantizada más si cabe cuando la propia administración encargada de la redacción de esa letra no se pone de acuerdo en su interpretación, pierde de vista lo esencial para quedarse en lo superficial.
¿Qué es lo esencial para mí? Dos mensajes que se derivan de esa novedad: uno) Todo educa. Todos educamos, y dos) La escuela ha de estar al servicio de la vida y no la vida al servicio de la escuela. De estos dos grandes principios inevitablemente se derivan una serie de implicaciones en la elaboración del currículo, en la práctica docente, en la organización y funcionamiento de los centros y, consiguientemente, en la cultura profesional; son estas implicaciones las que cambian la realidad, las que la mejoran, y es este cambio y mejora de la realidad lo que debe perseguir un cambio normativo. ¿Es esto lo que se está transmitiendo? Sospecho que no. Lo anterior supone un proceso largo, problemático y arriesgado y pocos responsables políticos y técnicos parece interesados en embarcarse en él; y, por qué no admitirlo, tampoco se trata de un discurso apetecible entre los profesionales de la educación. La solución siempre es la misma, procesos rápidos de transformación de la burocracia, del papeleo (las programaciones), vuelta a enredarse en una madeja liada de términos, el terreno ideal para los tecnócratas en lo que parece que nos vamos convirtiendo, un ejercicio de dominio que marca un territorio despolitizado educativamente y en el que nos sentimos seguros, problemas que podemos resolver sin confrontarnos con nada ni enfrentarnos a nadie. Basta con el ejercicio de la autoridad aséptica. Papeles nuevos para justificarnos, realidad vieja que a nadie le interesa cambiar. ¿Y quién transmite lo esencial? ¿Y qué estamos cambiando con ello? ¿Y por qué esas prisas? Estamos de nuevo en el viejo dilema de la importancia de lo urgente (que lo estipulamos nosotros) y la urgencia siempre pospuesta y olvidada de lo importante. Quemaremos sin llegar a convencer y no sólo habremos perdido un tiempo precioso, sino que puede que perdamos definitivamente una gran oportunidad. Volveremos a vaciar de contenido las palabras y redundaremos una vez más en nuestras in-competencias básicas.

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