domingo, 31 de octubre de 2010

La capacidad normativa del profesorado

Cuando hablamos de “nuevo currículo” surge rápidamente un interrogante, ¿nuevo? El término “nuevo” inmediatamente nos sugiere cambio. Nadie, en principio, saca algo nuevo para mantener lo mismo. Nos debemos preguntar entonces con qué cambios nos encontramos en el nuevo currículo. ¿Qué cambia realmente el currículo?
Hay otra pregunta que podemos hacernos. Con sinceridad, ¿cambia algo un currículo? ¿Han cambiado realmente la educación los diferentes currículos con los que nos hemos encontrado durante nuestra vida docente? ¿Sirven las leyes para cambiar la realidad? Las leyes se hacen para cambiar la realidad, una parte de la realidad, pero las leyes por sí solas no la cambian, de hecho, muy a menudo, las leyes pasan y la realidad se mantiene imperturbable. Son muchos los factores de la realidad que obstaculizan su cambio. No se puede cambiar nada sin contar con ellos. Uno de ellos, esencial, somos nosotros los docentes, sin nosotros toda norma es papel mojado. Tenemos en nuestras manos la capacidad de dejar las cosas como están aunque la ley pretenda cambiarla, también la posibilidad de ir cambiando esa realidad aunque la ley no termine de dar el paso necesario. Por eso quizás la pregunta inicial no debería ser qué cambia en el nuevo currículo sino qué queremos cambiar nosotros. ¿De qué manera vamos a leer este nuevo currículo? Con frecuencia nos hemos acostumbrado a impermeabilizar la realidad ante las leyes. Elaboran papeles, documentos, que nos hacen elaborar papeles, documentos para satisfacer la necesidad de papeles, documentos, en un círculo cerrado, vicioso; y, mientras tanto, la realidad sigue tal cual. Lo que la va cambiando no son tanto esa normativa como otros factores externos que inciden sobre ella. La televisión parece tener más poder para incidir en ella que las leyes. ¿De qué manera vamos a leer el nuevo currículo? ¿Queremos realmente que cambie algo?
Éste debería de ser, quizás, el comienzo de todo proceso de implantación. ¿Cuál es nuestra actitud? Poner sobre la mesa, en claro, la disposición con la que nos enfrentamos a los cambios. Supone un debate complicado pero necesario. Complicado porque si se hace honestamente deben salir visiones contrapuestas de la educación, del concepto de maestro o profesor, del sentido que damos en la práctica a la función pública docente. Complicado porque no estamos acostumbrados a verbalizar lo que subyace debajo de nuestras posiciones y comportamientos. Necesario porque es la única manera de rentabilizar los esfuerzos, clarificar las posiciones, los conceptos; la única manera de entenderse y de planificar desde la realidad y para la realidad.
Poner las cartas boca arriba. ¿Estamos satisfechos con la realidad educativa? ¿Estamos satisfechos con nuestra práctica? ¿Vemos necesarios cambios en ellas? ¿Qué sobra? ¿Qué falta? ¿Puede aportar algo el planteamiento de competencias a esa realidad? Se trata de poner de manifiesto los distintos puntos de partida y aquellos hasta donde estamos dispuestos a llegar. ¿Quiere esto decir que se traspasa esa capacidad normativa al profesorado y la administración educativa queda en sus manos? No, quiere reconocer una realidad, la verdadera capacidad ejecutiva está en manos de ese profesorado y nada se podrá hacer sin que éste se encuentre por la labor. Será inútil toda planificación de política educativa sin conocer esos puntos de partida y de llegada porque nunca tendrá los pies en el suelo, será ajena a la realidad. Estaremos ante el permanente desencuentro, salvo que una y otra parte (administración y administrados) mantengan una complicidad de fondo: el deseo real de que nada cambie, los dos llevados a jugar un papel en el que no creen, los dos sometidos a la perenne tentación de la inocencia. Elaborando papeles y documentos para encubrir que todo permanece, externalizando la culpa para dormir tranquilos.
No hay cambio posible sin convencimiento de la bondad del mismo. El viaje de miles de kilómetros comienza con un solo paso. Mantener la tensión entre la utopía y el pragmatismo, siempre dando pasos posibles y siempre avanzando hacia un horizonte inacabable. Siempre buscando mejorar. Uno y otro polo son necesarios, sin el primero no hay sueño, difícilmente habrá ilusión, no existe perspectiva a largo plazo, únicamente dar y dar vueltas a la noria, caminar sin saber hacia donde o repetir una y otra vez las mismas rutinas dejándonos resbalar hacia la acomodación. Sin el segundo, es posible que nos hallemos en el mismo inmovilismo, justificándonos en el discurso sin dar un paso hacia el frente, encontrando culpables más allá de nuestra propia realidad o intentando realidades más allá de nuestro alcance, abocados a la permanente frustración.

1 comentario:

  1. Bueno, échale un vistazo a mis blogs: he intentado (en Mi libro Azul)llevar a la práctica educativa otro "aire".
    Me encanta la idea de este blog.

    http://milibroazul.blogspot.com/
    http://unabolsamagicademusica.blogspot.com/

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