jueves, 13 de enero de 2011

PLAN DE LECTURA (3)



Qué es un Plan de Lectura y qué no es.

No es la hora de lectura, pero sí es la ocasión de establecer un tiempo y un espacio específico. No se trata sin más de establecer una hora de lectura dentro del horario lectivo del alumnado. La respuesta a los problemas lectoescritores no puede quedar limitada a las actividades que podamos desarrollar en ese tiempo. La respuesta ha de tener un carácter global en el que la hora de lectura es un instrumento, importante pero instrumento al fin y al cabo. La hora de lectura puede tener un sentido de un tiempo y un espacio acotados en el que la experimentación de una nueva manera de trabajar sea posible, de ejemplo y estímulo para la innovación. Este enfoque exige un cuidado exquisito con esa hora a la que no se puede tratar como un tiempo más del horario lectivo.

No es un plan de biblioteca, pero sí es la ocasión para crearnos y replantearnos como está organizada. El Plan de Lectura no es sin más la ocasión de montar la biblioteca. Sí es el pretexto ideal para dar el empujón necesario para ello: para completar su fondo, para organizarlo, para establecer los responsables, para abrirla a la comunidad educativa, para dinamizarla. Pero que no quede relegada a un lugar puntual sino convertirla en un auténtico centro de documentación y aprendizaje supone la implicación de todo el profesorado, una planificación rigurosa y un verdadero trabajo en equipo.

No es la ocasión de obtener recursos por obtenerlos pero sí para conseguir los necesarios para nuestros fines. Si el objetivo es conseguir recursos humanos, no los hay. Si es conseguir dinero, no merece la pena, no porque la subvención no merezca la pena, que no está mal, sino porque es engañarnos a nosotros mismos y, de alguna manera, degradarnos, movernos únicamente por alcanzar recursos públicos para luego no utilizarlos, sin ánimo real de cambiar verdaderamente nada. Pero hay que decir que la aportación económica desde la Consejería es importante y que quizá este es el momento para conseguirla pues es posible que cuando el Plan de Lectura se generalice ésta disminuya o desaparezca. Pero la pregunta primera no ha de ser ¿qué recursos? sino si los fines que pretendemos merecen la pena y si estamos dispuestos a realizar el esfuerzo para conseguirlos.

No es un Plan de un curso escolar. No vale si el planteamiento es: “este curso lo vamos a dedicar al Plan de Lectura”. Bueno es saber de entrada que los objetivos que persigamos sólo los vamos a ir alcanzando a medio y largo plazo, por lo que debe ser una labor nuestra y de los que vengan detrás, engarzada dentro de una planificación seria. Es necesario tener ésta perspectiva por dos cuestiones: 1) para no rebajar las pretensiones del Plan dejándolas en una mera historieta dentro de nuestra historia de centro, 2) para no intentar abarcar inútilmente todos sus objetivos en un solo curso; son necesarias reflexión y tranquilidad. Sin prisas pero sin pausas.

No es un plan de un grupo sino de todo el claustro. Las realidades son las que son y no las que a nosotros nos gustaría que fuesen. El Plan de Lectura puede surgir (y de hecho así será en la mayoría de los centros) de la iniciativa de un grupo de profesores, que sólo este grupo tenga más o menos clara su conveniencia y que se disponga a dar el impulso necesario para ir hacia delante animando, convenciendo en ocasiones y en otras, hasta forzando, al resto del claustro a participar en él. Pero ha de tenerse claro que el éxito o fracaso de un Plan así estriba en que se trate o no de un proyecto de centro asumido por todos. Éste puede que no sea un objetivo alcanzable de manera inmediata pero ha de estar presente permanentemente en la planificación y establecer en cada momento las estrategias adecuadas para ello.

No se trata de un Plan del área de Lengua sino totalmente interdisciplinar. Sin caer en tópicos tales como que todos los profesores somos profesores de lengua y que la lectura se viene trabajando a todas horas, tópicos que no se corresponden con la realidad ya que ésta no se trabaja con la eficiencia y constancia debida y hay una falta de vertebración de la lectura en el currículo escolar, la competencia lectora ha de ser un objetivo específico y procedimental del aprendizaje. Transformar el conocimiento en algo propio, autónomo, personal realizando prácticas sistemáticas de lectura comprensiva en todas las áreas y transformando los conocimientos adquiridos en procesos de escritura.

No es un plan del profesorado sino de toda la comunidad educativa. A menudo percibimos la frustrante sensación de que nuestros afanes son baldíos, que estamos sembrando sobre terreno yermo. A menudo demandamos la colaboración de las familias en esta tarea, pero no siempre sabemos ir más allá de este lamento. La colaboración de las familias en la consolidación del hábito de lectura es esencial para obtener los debidos frutos. Su implicación, no responde sólo (aunque sí principalmente) a los principales intereses de los principales protagonistas de este Plan (los alumnos y alumnas), sino que puede responder igualmente a un criterio de mera utilidad para el profesorado, que éste sepa y pueda obtener productividad a sus esfuerzos, y que por ello, facilite su trabajo a medio y largo plazo, multiplicando, a la vez, sus beneficios. Se trata de convertir el centro en una comunidad de lectores en la que profesorado, familia, agentes sociales y alumnado, asuman la tarea de leer más y de ayudar a leer a los que tienen más dificultades. Supone “convertir al alumnado en protagonista y agente activo de los procesos como usuario, armonizando los intereses personales con las intenciones educativas, y como gestor. Igualmente, permite la participación activa de las familias en todo el proceso como colaboradoras en la planificación, diseño, desarrollo y ejecución del Plan, así como en procesos formativos”. Esta pretensión debe plasmarse en objetivos y estrategias concretas que permitan visualizar el camino y sus pasos.

No es un plan de actividades aisladas. No se trata de adornar lo que habitualmente venimos haciendo sin plantearnos qué hacemos, por qué y para qué. Las actividades que se puedan desarrollar tienen sentido si están apoyando el trabajo diario que en todos los espacios, tiempos y áreas se está desarrollando a favor de la lectura. Si ambas partes son coherentes entre sí, van en el mismo sentido. En los juegos de animación lectora los niños se lo pasan bien (a veces), leen, pero no hacen lectores. Lo fácil es hacer animación lectora, lo difícil es desarrollar la competencia lectora y es el sistema de enseñanza y aprendizaje global el que será capaz o no de aportarle las capacidades para que realice las operaciones mentales necesarias para ello.

Es un plan que nos exige un permanente proceso reflexivo de formación y autoevaluación. Exige los tiempos y las voluntades necesarias para ello que permitan preguntarse con honestidad sobre nuestro punto de partida, las necesidades que tenemos y los recursos de los que disponemos, que establezca con realismo los objetivos a perseguir y las estrategias que se van a poner en juego para ello. Si se utiliza una metodología de investigación-acción el proceso de autoevaluación lo es a la vez formativo, y viceversa. Se debe tratar de un proceso de crecimiento personal y de centro. De enriquecimiento. Sólo así merecerá la pena este invento.

No se trata de un plan para hacer de entrada sino para ir haciendo. No podemos pretender elaborar el Plan perfecto desde el primer día, no tenemos que esperar a ello para ponernos en camino. Siendo importante el documento escrito lo es más el proceso, los momentos, los tiempos, las actitudes. Sin esto un documento fetén no vale de nada, comida para los ratones. Eso sí, plasmarlo por escrito nos ayuda a organizarnos y a no desorientarnos, a ser más conscientes de nuestra propia reflexión y de nuestro proceso. Pero eso, se irá haciendo.

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