jueves, 13 de enero de 2011

PLAN DE LECTURA (1)



1. ¿Por qué implicarnos en un Plan de Lectura?

No porque se trate de la nueva moda de la Consejería, no hay que responder a una exigencia de la Administración. La exigencia no nos viene de arriba sino de abajo. Se trata de una exigencia de respuesta a las necesidades de nuestros alumnos. No responde a una moda sino a una necesidad. Plantearnos un Plan de Lectura para “promover el gusto por la lectura, desarrollar el hábito lector y mejorar el dominio de la competencia lectora” es plantearnos el eje mismo de nuestra tarea educativa, debe responder a una exigencia de nuestra función, si para exigencia podemos aprovechar una normativa legal tanto mejor. Debería haber un Plan de Lectura aun cuando no haya una Orden que los implante, esa Orden sólo debería ser un pretexto más para proponérnoslo. Si nada tenemos que mejorar y únicamente es cuestión de seguir haciendo lo que se hacía antes sólo que “bendecidos” por la Administración, quizás no merezca la pena el esfuerzo.
¿Qué papel pensamos que desempeña la lectura en el proceso educativo? En un abanico de 1 a 5 ¿cómo puntuaríamos la importancia de la lectura en ese abanico? ¿Qué estamos poniendo en juego y qué estamos dispuestos a apostar? Seguramente se tratará de un papel esencial. La mayoría de los problemas de aprendizaje se encuentran relacionados directa o indirectamente con la lectoescritura y aún así su tratamiento pedagógico no ocupa sino un lugar complementario, el que nos marcan los libros de texto. Las dimensiones del Plan deberán estar en función de ese papel.
De los fundamentos de la lectura intentaremos derivar sus contenidos y, por lo tanto, justificarlos. Justificar su amplitud y las razones por las que merece la pena implicarnos en él. Tocamos el corazón de la función de la escuela, la razón de ser de nuestra labor. Se trata de un panorama amplio, pero que no nos debe producir vértigo puesto que no hacemos más que fijar nuestra atención y esfuerzo en el centro de esa tarea, en lo esencial. Es una manera de planificar para maximizar logros y minimizar esfuerzos (aunque como veremos, los esfuerzos son consustanciales a nuestra labor docente), de recuperar la ilusión y volver a apasionarnos.


2. ¿Con qué tipos de lectura nos encontramos?

Antes de entrar en los tipos de lectura quizás convenga detenernos previamente en aclarar lo que entendemos por lectura. Para muchos autores, pura y llanamente, leer es comprender, no hay lectura sin comprensión. La dificultad la podemos encontrar a la hora de ponernos de acuerdo en lo que significa la comprensión. El proyecto PISA, tan sonado y que parece nos empieza a marcar los caminos a seguir, nos aporta una definición muy completa de lo que debemos entender por lectura: “la capacidad lectora consiste en la comprensión, el empleo y la reflexión personal a partir de textos escritos con el fin de alcanzar las metas propias, desarrollar el conocimiento y el potencial personal y de participar en la sociedad”. Se trata pues, de una actividad compleja que implica comprender textos escritos, el uso y empleo de la información obtenida y que posibilita la reflexión personal. Es una actividad que no se trata simplemente de un proceso pasivo de decodificación sino que es un proceso interactivo entre el lector y el texto, no se puede limitar a lo académico sino que ha de emplearse en múltiples situaciones y contextos, no se trata de una mera recepción pasiva de significado sino que se plantea como reflexión personal y, por último, no se trata de una mera actividad lúdica y de entretenimiento sino que tenemos que plantearnos una lectura plural con múltiples objetivos de tipo estético, cognitivo, social, etc.
Ahora, ¿para qué leemos?
Leemos para divertirnos, para pasar el rato, por puro placer. El placer es algo absolutamente libre y personal, se puede educar a disfrutarlo pero no el hecho en sí de disfrutarlo o no. Estamos educando el gusto por la lectura. Estamos animando a esa lectura. Animación lectora. En este aspecto, normalmente (cada uno disfruta con lo que quiere) lo que estamos trabajando es con la Literatura infantil y juvenil.
Pero la lectura no se acaba en ese mundo lector. También leemos para informarnos, para resolver un problema, para investigar su solución o simplemente para conocer. Son ámbitos de lectura que ya no tienen porque estar atravesados por el placer, a menos el inmediato, sino que tienen que ver más con estrategias que implican rutina, sistematización. Estamos trabajando aquí la competencia lectora; el hábito lector no sólo como costumbre frecuente sino también como destreza para ejecutar la lectura. En todo momento es esencial pero en este más el dominio de la lectura comprensiva. Se trabaja con libros documentales y las Nuevas Tecnologías que permiten un acceso rápido a múltiple y variada información..
Leemos libros completos de diversas características y textos continuos en enciclopedias, prensa o en la pantalla del ordenador. Se trata de formatos continuos. que son con los que trabajamos habitualmente en la escuela.
Sin embargo la verdadera autonomía lectora nos exige en la vida leer en otras múltiples situaciones y formatos. Leemos el plano del metro, el mapa de carreteras, el plano de la ciudad, el prospecto de una medicación, las instrucciones de montaje o de funcionamiento de un aparato, los resultados de la bolsa o de la liga de fútbol, la guía telefónica o el impreso de solicitud de una matrícula. Son inagotables los ejemplos que podríamos plantear, la vida nos rodea de letras y palabras, de descodificaciones permanentes. Se trata de un aprendizaje esencial para una autonomía vital, más evidente, si se quiere, que el anterior. Plantearse ese aprendizaje supone trabajar de una manera sistemática con múltiples tipos de formatos discontinuos.

PLAN DE LECTURA (2) PLAN DE LECTURA (3)

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